Beatriz Gimeno es desde hace mucho tiempo una activista del movimiento homosexual, que hoy está ampliado y utiliza el complejo nombre de LGTBI y acaba de ser nombrada Directora del Instituto de la Mujer, organismo que, se supone, ha de servir para promocionar la igualdad entre hombres y mujeres. Pero no parece que sea esa igualdad lo que le interesa a Gimeno, cuya ideología se retrata en los párrafos suyos que se reproducen a continuación:
» La heterosexualidad no es la manera natural de vivir la sexualidad, sino que es una herramienta política y social con una función muy concreta que las feministas denunciaron hace décadas: subordinar las mujeres a los hombres.
» Olvidar que en la mayor parte de los periodos históricos las mujeres, si hubieran podido elegir, hubieran escogido no mantener relaciones sexuales con los hombres, no vivir con ellos, no relacionarse con ellos, es olvidar algo fundamental en la historia de las mujeres (y de los hombres).
Y uno se pregunta cómo pueden sostenerse en público unas posiciones, no ya radicales, simplemente irracionales y anticientíficas. ¿Son estas ideas las que se van a impartir en las escuelas? ¿Cómo es posible que ante semejantes barbaridades no se haya oído una sola voz feminista descalificándolas?
Es verdad que el feminismo de Gimeno, como el de Irene Montero, no gusta a la mayoría de las feministas, que reclaman la igualdad pero se callan como muertas haciéndose, con ese silencio, cómplices de tales despropósitos que desprestigian a todo el feminismo.
Tras la lectura de esas líneas de Gimeno el lector ya habrá adivinado que esta señora es lesbiana, pero para nada representa ideológicamente a las lesbianas españolas, que son, en general, personas amables y generosas (al menos las que yo trato y quiero, que no son pocas) de izquierdas o de derechas, que no militan en el odio a los varones por el hecho de serlo.
La tal Gimeno ha llegado a proponer a las mujeres que se acuestan con hombres que practiquen la penetración anal con ellos, para que paguen así el ser “heteropatriarcas”.
En fin, tal nombramiento ha sido una monstruosidad: “Un monstruo viene a verme” (o a vernos) y le tomo prestado a Juan Antonio Bayona el título de su película.