En el año 1997 y a impulso del entonces ministro de Economía, Rodrigo Rato, las Cortes aprobaron una nueva Ley del Suelo. Ante tal liberalización, las ganas de comprar suelo a crédito crecieron como la espuma, especialmente en la Comunidad de Madrid, que llegó a suscribir el 45% (unos 450.000 millones de euros) de la deuda privada acumulada a nivel nacional. También Barcelona y en menor medida Valencia vieron crecer esas deudas a la velocidad del rayo. Además, esas enormes deudas estaban suscritas en gran parte con entidades financieras foráneas y cuando llegó la crisis no fue posible cubrir las amortizaciones, con lo cual el Estado se vio forzado a hacerse cargo de buena parte de esa deuda, permitiendo a los deudores devolver 75.000 millones de euros de una sola tacada. Aquello, casualmente, coincidió con una declaración de Rodríguez Zapatero en 2011 en el Congreso, durante el debate sobre el estado de la Nación: “España ha entrado a formar parte de la Champion’s League de la economía mundial”, eso dijo mientras negaba la existencia de la crisis que en aquellos días estaba destrozando el empleo español.
En este desastre jugó un papel fundamental el cambio de estrategia urbanística, cambiando de facto -que no de iure– el Plan Regional de Estrategia Territorial de Madrid (PRET) que se había aprobado durante el mandato del PSOE (1983-1995).
Pues bien, a partir de 2004 y con la burbuja jugando ya fuerte, grandes empresas decidieron invertir en una operación urbanística totalmente ilegal desde el punto de vista del PRET: la creación del “mayor Centro de Negocios de Europa”, cuya financiación saldría de buena parte del billón disponible registrado por el BIS (Banco de Pagos Internacionales). Dicho billón se devolvería con altos intereses a medida que se recuperase la inversión. La operación consistió en trasladar la Ciudad Deportiva del Real Madrid desde Chamartín a Valdebebas, de modo que se podía liberar el espacio conexo a la nueva Estación de ferrocarril y de ahí construir el conjunto de rascacielos llamados “Florentinos”. Así, en su momento, salieron a subasta las Cuatro Torres que se han transformado en el icono de la Ciudad.
Ricardo Vergés, catedrático de la Universidad de Montreal, ha escrito lo siguiente respecto a la operación que siguió a la de las torres y que se llamó vulgarmente “Operación Chamartín”:
» Pero el derrumbe de la cotización bursátil debido a las dudas sobre la capacidad de repetir el ‘golpe’ del 2004 con dinero privado, ha empujado a dichos inversores a marcharse con lo puesto, paralizando casi por completo las obras del Gran Chamartín. Es obvio también que la inestabilidad política acelerada en la Comunidad de Madrid ha debido de contribuir a ello. En definitiva, la fuga desde 2014 de las empresas sucesoras de las ‘CMF’[1] ha dejado sin dinero y sin trabajo no solamente a sus promotores, sino igualmente a la propia Área Metropolitana.
Yo no sé (ni he querido saber) los últimos avatares del a Operación Chamartín (conocida hoy como “Madrid Nuevo Norte”), pero me temo que estos trajines (el proyecto ha cambiado de fines y de manos en numerosas ocasiones) no se sabe cuándo tendrán final.
[1] Oficinas bancarias de la Capital más Majadahonda y Fuenlabrada, donde los agentes depositantes tenían sus sedes sociales.