Todos hemos visto a algún niño que recibe un golpe y no llora hasta que aparece su madre. Ahora, un estudio realizado en la Universidad de Heidelberg ha comprobado que también los adultos sienten más dolor si éste se produce en presencia del cónyuge. “Los datos muestran –dice la directora del estudio, Herta Flor- que la estimulación dolorosa en presencia de un cónyuge solícito activa las regiones cerebrales relacionadas con la percepción del dolor”.
“Hay amores que matan” o “Quien bien te quiere te hará llorar”, sostiene el pensamiento popular.
Por su parte, la literatura ha explotado a fondo la correlación positiva entre el amor y el dolor espiritual y los psicólogos y psicoanalistas se han refocilado mostrando las relaciones, aparentemente paradójicas, entre el dolor físico y el placer sexual. Sin embargo, esta investigación de Herta Flor abre nuevas posibilidades a la literatura y al psicoanálisis, aunque la conclusión, me temo, será simple: somos como niños, desde la cuna a la tumba.