Según rigurosos estudios post-electorales, de los 4.300.000 votos perdidos por el PSOE, 700.000 eligieron el 20-N las papeletas de IU (1.200.000 se inclinaron por las del PP y 450.000 prefirieron UPyD). Pues bien, yo me pregunto qué pensarán esas 700.000 personas de la estrambótica fórmula que se ha sacado de la manga Cayo Lara a la hora de prometer la Constitución española. Al parecer, Lara niega ahora la Constitución que el PCE apoyó con entusiasmo en 1978. ¿Por qué? ¿Por qué renegar del gran trabajo realizado por el PCE durante la Transición, participando, incluso, en la redacción del texto constitucional?
Hablemos claro, estas gentes no están más a la izquierda que nadie, estas gentes están en las nubes. No es que defiendan una utopía de improbable realización, es que piensan que tó es bueno p’al convento, ya sea la bandera republicana, el bable (la lengua que hará de Asturias una nación), el apoyo al PNV en el País Vasco, el matrimonio con Esquerra Republicana en Cataluña o intentar llevar, en Madrid, el agua del 15M a su molino.
Pero, ¿qué reclama Cayo Lara? Porque si es la Constitución de la II República española, no hay quien encuentre ventaja alguna en aquélla de 1931 respecto a ésta de 1978. Es más, la de 1978 aventaja a la de 1931 en un punto fundamental: el consenso político y social del cual careció la Constitución de 1931.
A no ser, claro está, que al señor Lara y sus seguidores les caiga mal la persona del Rey y toda la parafernalia monárquica, y quizá esa inquina se deba al “enorme” coste del La Corona: ocho millones al año… Que es bastante menos de lo que cobra, él solito, un banquero que acaba de indultar el Gobierno.
Lo dicho: en las nubes y a merced del viento, pero las veletas sirven para saber de dónde sopla el aire, pero nadie en su sano juicio las usaría para marcar el rumbo de la nave.