Ya el poeta austriaco Fried nos lo dejó muy claro: “Ocupado en combatir a mi enemigo principal, me dio muerte por la espalda mi enemigo secundario”. Y es que la economía (dinamita) es hoy, sin duda, el enemigo principal y ha hecho olvidar a nuestro -lento pero inexorable- enemigo secundario: la demografía (termita).
La estructura por edades actual es ya preocupante: al inicio de 2012 el 26,1% de los españoles tenía 65 años o más. En contra de lo que se suele opinar, en la estructura por edades y en su evolución apenas influye la caída de la mortalidad (que sí condiciona y mucho la edad media de la población y el número de ancianos). Es la caída de la fecundidad la gran responsable de que la “pirámide” española se parezca hoy a un botijo y mañana, probablemente, a una seta. Un hongo que puede ser tan destructor como el de una explosión nuclear.
Las hipótesis sobre la fecundidad y mortalidad que baraja el INE en sus proyecciones suponen pasar de 1,36 hijos por mujer en 2011 a 1,56 en 2051 y una esperanza de vida que pasará de 79,1 años (varones) y 84,9 (mujeres) en 2011 a, respectivamente, 86,9 y 90,8 años en 2051. La hipótesis sobre saldo migratorio externo (2012-2052) es levemente negativa: del orden de 35.000 salidas netas anuales. En estas condiciones, la población bajaría de 46,2 millones el 1 de enero de 2012 a 41,5 millones al inicio de 2052. Es decir, una pérdida de 4,7 millones de habitantes y, lo que es más preocupante, con un 73,1% de la población con 65 años o más al comienzo de 2052. Estamos, pues, ante el anuncio de una posible catástrofe debida a la deriva observada en la fecundidad durante tantos años.
La conclusión que se obtiene de esta proyección del INE es que sólo hipótesis “heroicas” serían capaces de rectificar este rumbo demográficamente desastroso, pero a veces estos milagros se producen. ¿Por qué? Porque las sociedades y los pueblos casi nunca desean suicidarse… Además, a lo mejor las ciencias médicas nos permiten, en el futuro, retrasar hasta los 100 años la edad de jubilación.