La guerra de la independencia norteamericana dejó a los trece estados “rebeldes” muy endeudados y casi en la ruina. Pero en 1790, Alexander Hamilton, gran federalista y primer Secretario del Tesoro con George Washington, nacionalizó esas deudas y las metió en un fondo federal para que éste las amortizara. A cambio de esa ayuda logró que los estados permitieran al Gobierno federal crear impuestos y emitir deuda, naciendo así el que sigue siendo mercado de deuda más grande del mundo. Un año más tarde, en 1791, Hamilton creó el First Bank of the United States, precursor de la actual Reserva Federal. Un proceso rápido y bien pensado.
En contra de los pasos dados por los federalistas americanos, la UE no es aún ni siquiera una confederación. Con un Parlamento que no es elegido en un solo colegio electoral, son los Estados los únicos que pueden poner impuestos. En tales condiciones, la UE maneja un presupuesto muy corto (el 1% del PIB). Sin embargo, la UE sí tiene Unión Monetaria y un Banco Central (BCE), cuya laxitud ha servido para alimentar todo tipo de burbujas. Todos los intentos para crear un fondo común de amortización o una Unión Fiscal han sido sistemáticamente vetados por Alemania.Entretanto, eso sí, nos hemos llenado de siglas y de confusión (por ejemplo MEEF, FEET y ahora MEF) y el procedimiento de coordinación de políticas presupuestarias y de las políticas macroeconómicas ha sido bautizado con el nombre de Semestre Europeo, como si de la semana de oro de unos grandes almacenes se tratara.
Como ha escrito Sosa Wagner, “para que Europa sea de los ciudadanos hay que cambiar muchos de los ladrillos con los que la hemos construido. También el cambio del lenguaje y la simplificación de los instrumentos jurídicos es urgente”. Pero mientras sigamos en manos de Alemania, añado yo, sólo nos queda rezar para que Dios nos coja confesados.