
Si bien se mira, las élites británicas jugarán bien al críquet, pero en política han sido casi siempre unos torpes, cuando no unos necios. En otras palabras, que la estupidez del Brexit no es nueva.
Louis Mountbatten era miembro de la realeza británica (bisnieto de la Reina Victoria) y fue él, como último virrey, el encargado de otorgar la independencia a la India y a Pakistán. Después de gobernar allí más de cincuenta años, los ingleses salieron de aquel imperio como solían: dejando la cagada. Es decir, un país dividido y en guerra.
El historiador Andrew Robert describió a Mountbatten como “embaucador, mentiroso e intelectualmente infradotado”. Quizá por eso era conocido por los marinos británicos como “maestro de los desastres”.
Al ver actuar a la clase política británica en torno a esa barbaridad llamada Brexit en la cual ellos solitos se han metido, uno llega a la conclusión de que estamos ante una camada de estúpidos, especializados en salir de todos los sitios por la puerta de atrás entre ruidos y furias.
El ensayista Pankaj Mishra ha escrito en el New York Times lo siguiente a propósito de las élites británicas:
»Desde luego, esos eternos colegiales tienen un peso totalmente desproporcionado en la sociedad británica y están sobrerrepresentados en el Partido Conservador. Y ahora han sumido al país en su peor crisis. Crisis que ha dejado en evidencia a su incestuosa y egoísta clase dirigente. Desde David Cameron, que se jugó temerariamente el futuro de su país en un referéndum para aislar a unos cuantos protestones de su partido, hasta el oportunista de Boris Johnson, que se subió al tren del Brexit para asegurarse un puesto en el Gobierno.
Para acabar la lista –añado yo- con esa mentirosa compulsiva que se hace llamar Theresa May. Primero dijo apoyar la permanencia en la UE, luego votó en el referéndum todo lo contrario y ahora ya no sabe dónde tiene la mano derecha. Aunque eso sí, sigue siendo incapaz de dar su brazo a torcer convocando a la vez elecciones y un nuevo referéndum que nos saque a todos (europeos y británicos) de este maldito embrollo en el que nos han metido estos jugadores de críquet.
Como dejó dicho el tango, los conservadores ingleses se topan una vez más con «el pasado que vuelve a enfrentarse» con su vida. No sólo maltrataron a Irlanda durante siglos, sino que la dividieron. Una división que ellos produjeron en 1921. Pues bien, esa división y sus correspondientes fronteras son hoy uno de los obstáculos con los que se topan si quieren salir del enredo en que se han metido.
Se les avecina el caos de un Brexit sin acuerdo y van a ser los británicos normales y corrientes los que van a padecer las heridas incurables de esa salida impuesta a través de las mentiras de esas torpes camarillas, que en el pasado también maltrataron a millones de asiáticos y africanos. Podemos decir sin temor a equivocarnos que la clase dirigente británica, tanto tiempo mimada, ha llegado al final de sí misma tal como era: como una cuadrilla de tarados.