Mentiras

Varias editoriales se han dirigido a mi humilde persona para pedirme “una novela histórica”. ¿Sobre qué, sobre quién?, les he preguntado. “Sobre lo que tú quieras”, me han contestado. Al parecer, lo único que se desea es que se escriba sobre hechos o figuras de siglos pasados y poco importa que sea sobre los Borgia, Atila, Saulo de Tarso, Jerjes y las Termópilas, Boabdil, Isabel la Católica… aunque siempre serán preferibles aquellas que beban en esa inagotable fuente que, al parecer, construyeron los templarios. Estamos, pues, ante una plaga impulsada por las editoriales. Una plaga de mentiras. Me explicaré.
Basta leer la nota sobre novedades (marzo de 2007) de la mayor editora española (Planeta) para ratificar la pandemia a la que acabo de aludir. Entre esas novedades hay dos escritores españoles de indudable prestigio y segura clientela: Antonio Gala y Juan Eslava Galán. ¿Y qué nos ofrecen? ¡Sí, aciertan ustedes! Dos novelas históricas. El primero, sobre Antonio Pérez, el Secretario de Felipe II (“El pedestal de las estatuas”) y el segundo, sobre el último sultán de Granada (“El mercenario de Granada”).
Y en las traducciones seguimos, más o menos, en las mismas. Dos best seller norteamericanos: “Wicked, memorias de una bruja mala” y ”El libro del Destino” sobre una conspiración masónica en el Capitolio de Washington… y, cómo no, otra de templarios: “Los templarios y el Arca de la Alianza” cuyo autor, Graham Phillips, lo es también de “El cáliz de María Magdalena”… ¡y dale!
Conozco muy buenas novelas históricas, aunque éstas no sean abundantes. Por ejemplo, “Memorias de Adriano”, de Marguerite Yourcenar, “Juliano, el Apóstata”, de Gore Vidal o “Los idus de marzo”, de Thorton Wilder… pero dudo mucho de que cualquiera de ellas nos ilumine, en verdad, sobre el emperador helenista (Adriano), sobre uno de sus sucesores, Juliano, o sobre Julio César (“Los idus de marzo”). ¿Alguien cree, en serio, que Marco Antonio, el de la realidad, es aquel que recoge Shakespeare, incluido su inmenso, hermoso y clarificador discurso en las escaleras del Senado romano? Pueden ser y son obras maestras, aunque la verdad que encierran reside exclusivamente en su belleza artística, pero no en su verdad histórica. Una verdad social, cultural tan lejana no se deja atrapar en una novela actual, por excelente que ésta sea. Pero las malas novelas históricas (y lo son la mayoría), al carecer de valor artístico, constituyen, simple y llanamente, una sarta de mentiras. En otras palabras y  parafraseando a Vargas Llosa, son la mentira de las mentiras.

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