El 10 de octubre de 2012 un diputado del PSC acusó al entonces ministro de Educación, José Ignacio Wert, de intentar “dividir a los ciudadanos entre catalanes y españoles” y le apodó “Wert el segregador”.
El ministro contestó así:
»Lo que se llama Historia de España, en Cataluña –por un decreto de un conseller del Tripartito- se llama Historia y dentro de esa Historia, la de España tiene menor rango que la de Cataluña. La consellera Rigau (de CiU), ha dicho el otro día –y lo dijo sin ánimo de elogio- que el interés del Gobierno es españolizar a los alumnos catalanes. Pues sí, nuestro interés es españolizar a los alumnos catalanes para que se sientan tan orgullosos de ser españoles como de ser catalanes.
A la vista de lo que dijo realmente Wert (y no de lo que los manipuladores dijeron que dijo), no veía yo entonces que se pudiera polemizar al menos entre quienes decían defender la Constitución. Tampoco había sitio para la equidistancia, tan querida por los biempensantes, pero los editorialistas de El País escribieron a este respecto lo siguiente:
“El ministro Wert ha recurrido a inventar una de esas frases –españolizar a los alumnos catalanes- que encienden a la opinión pública y la polarizan entre los defensores de una suerte de reconquista de Cataluña y los que acusan de centralistas y retrógrados al conjunto de los españoles”.
Una aclaración: lo de “españolizar” lo dijo antes la señora Rigau, no lo inventó Wert. Pero en el fondo del asunto estaba ya una duda razonable: si las autoridades catalanas cumplían las leyes o se las saltaban a la torera. Ésa era la cuestión, y se ve que el oráculo no respiraba por ahí, sino que en el fondo defendía las bondades de la sectaria “enseñanza” que se había impuesto en Cataluña.
Pues bien, a base de esas equidistancias y de esa forma insoportable de colocarse au dessus de la melée, asegurando, por ejemplo, que personas -como, en este caso, Wert- eran “separadores” y que a los “separadores” se debía el nacimiento de nuevos separatistas, es como se ha construido esa cantinela mentirosa, falsamente progresista, que hemos tenido que soportar como un mantra años y años, para que nos abstuviéramos de decirles las verdades del barquero a los nacionalistas. Ha sido esa censura impuesta por medios tan poderosos como El País (sin olvidar al ABC de Luis María Ansón, que le otorgó a Pujol el título de “español del año”)…, ha sido ese relato absurdo y mentiroso el que les ha servido a los separatistas para realizar todo tipo de trapacerías y para hacerlas con total impunidad, desde la manipulación ideológica en la escuela hasta la imposición del catalán como lengua única. Además de saltarse a la torera sentencias que no les convenían.
Pero, al fin, los separatistas se han quitado la piel de cordero y las cosas han quedado claras. Ya se ve que no hay mal que por bien no venga y la prueba está en que hoy sería inimaginable encontrarnos en El País con editorial como aquel de 2012.