El debate en torno a la continuidad de Zapatero de cara a las próximas elecciones generales ha surgido de las encuestas que publican los medios y que en su última oleada han dado unos resultados sorprendentes. En efecto, más de la mitad de los encuestados que declaran haber votado al PSOE en 2008 preferiría ahora que el Partido –al que, insisto, dicen haber votado- pusiera a otra persona al frente de sus candidaturas. No es preciso ser un lince para deducir de ello que existe, respecto a Rodríguez Zapatero, un notable desapego, una desconfianza dentro de su propio campo electoral. Un dato que, como es lógico, no ha pasado desapercibido.
¿Debe el PSOE retirar a su líder? No creo que eso sea factible en estos momentos ni siquiera que sea conveniente. Tampoco más adelante, por ejemplo, en vísperas electorales, pongamos en 2011.
Nadie espere que el actual PSOE abra un debate interno acerca de la conveniencia o no de seguir adelante con la misma cabeza de cartel. No ocurrirá esto por una razón evidente: hace tiempo que el PSOE borró de sus prácticas internas la palabra “debate”.
Personalmente, soy partidario de que Zapatero se presente y pase el rubicón de las próximas elecciones. En eso coincido con el Vicesecretario General del PSOE, José Blanco, aunque, seguramente, por distintos motivos.
Pienso que si ZP no se presenta sin haber anunciado su renuncia al inicio de la presente legislatura, tal decisión significaría dar la batalla por perdida, cargando, además, sobre espaldas ajenas una probable derrota. Eso sí, le permitiría seguir controlando como hasta ahora la selección de personal (por cierto, con criterios que poco tienen que ver con el mérito y la capacidad.
Lo lógico es que se presente y, si gana, que siga todo como está, pero si pierde habrá llegado la hora de recuperar un partido socialdemócrata y solvente que esté en el mundo y no en el ensueño de ningún líder salvador. Una organización pensante y actuante, lejos de ocurrencias mediáticas y de radicalismos de nuevo cuño.