El «gallego» Menoyo

Acaba de morir en La Habana Eloy Gutiérrez Menoyo, comandante de la Revolución cubana, que había nacido en Madrid en 1934. Su hermano José Antonio murió en el frente de Majadahonda durante la Guerra Civil. Carlos, su hermano mayor, se exilió en Francia, luchó contra las tropas nazis y después de la Segunda Guerra Mundial se instaló en Cuba. Fue uno de los líderes del Directorio Revolucionario y, como tal, dirigió en 1957 el asalto al Palacio Presidencial intentando –sin éxito- acabar con Fulgencio Batista. Murió en la acción. Meses después, Eloy fundó el Segundo Frente Nacional del Escambray, una guerrilla independiente de la que Castro había montado en Sierra Maestra.
Fue, junto al argentino Ernesto Che Guevara y al norteamericano William Morgan (fusilado por los Castro en 1961), el único extranjero que obtuvo el grado de comandante durante la lucha guerrillera y por ello se ganó la nacionalidad cubana. Pero pronto estuvo en desacuerdo con el rumbo dictatorial de la revolución castrista y se exilió (1961). En 1965 desembarcó en la isla al frente de un comando armado. Fracasó y fue condenado a 30 años de cárcel, de los que cumplió 22. Salió gracias a las gestiones de Felipe González durante el viaje que éste realizó a Cuba en 1986.
Asentado en Miami, luchó entonces por la reconciliación entre los cubanos y promovió el partido Cambio Cubano. En 2003, durante un viaje a La Habana, rompió el pasaporte norteamericano y decidió quedarse en Cuba para “hacer oposición desde dentro”. Como es obvio, no logró el propósito de acabar con la dictadura.
Los Castro ven ahora morir a un camarada –uno más- que los abandonó para abrazar la causa de la libertad. Según ha escrito Mauricio Vicent, el “gallego” Menoyo “murió donde creía que debía estar y donde quería estar”.
Es triste y desolador contemplar hoy el despojo en que se ha convertido aquella “revolución” nimbada de romanticismo: en una dictadura envejecida y andrajosa, que ni sube ni baja, que no camina ni hacia delante ni hacia atrás. Un zombi trágico que ni muere ni deja vivir.

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