Pantalones rotos

Unos jóvenes pasan

con los tejanos rotos, mostrando las rodillas.

También los llevan hombres y mujeres

que dejaron atrás su juventud.

Es la moda y se expone en los escaparates.

Pertenezco a otro tiempo

en el que esta harapienta elegancia

hubiera sido infame. Como escupir a un pobre.

Es un nuevo camino. Hacia otra miseria.

No puedo renunciar a la cordura:

quizá la vida todo lo desgarra

Y es un enorme roto ella misma.

Pero, de ser así,

no se necesitaba construir catedrales.

Ni hacían falta crímenes. Con el amor bastaba.

Joan Margarit, De injurias

 

La moda y el diseño de la ropa son temas que llenan páginas y páginas de los periódicos y espacios sin cuento en los informativos y en otros programas de las televisiones. Una saturación de la cual yo estoy bastante harto. Mas, sea como sea, he de reconocer que un buen diseñador de trajes es un artesano de mérito. Claro que en la palabra buen hay, como en cualquier expresión artística, mucho de subjetivo porque a quien observa le puede agradar algo que puede parecer horrible al resto de los mortales. Pero vayamos al grano, que no es otro que las desconcertantes modas en las vestimentas juveniles como la que denuncia Margarit en su hermoso poema (De injurias forma parte del libro “Un asombroso invierno”, editado por Visor y que recomiendo con calor).

Uno se pregunta estupefacto: ¿A quién se le habrá ocurrido la nefasta idea de lanzar al mercado pantalones previamente desgarrados y rotos? Tampoco se sabe en qué lugar del mundo se hizo el primer modelo de tejano destrozado. Sea de donde sea, se llame como se llame y coma lo que coma, la verdad es, lector amable, que debería –digámoslo en voz baja- estar en la cárcel por “corrupción de menores” (y también de mayores). O, mejor aún, que se vaya al infierno. Fue eso lo que le pasó a un personaje que aparece en la película “Desmontando a Harry”.

La escena es la siguiente: el personaje que encarna Woody Allen (director también de la película) desciende a los infierno y allí se encuentra, entre otros condenados, con un hombre bien vestido que está siendo azotado por un diablo. Woody Allen se interesa por él:

-Y usted, señor, ¿por qué fue condenado?

-Porque soy el inventor de los muebles de metacrilato -contesta el maltratado.

Verdad es que los muebles hechos con ese plástico acrílico conocido como poli-metil-metacrilato (PMMA), cuyo nombre completo es poli metil-2 metilpropenoato y su fórmula C5O2H8 son horribles, pero sí tienen “pecadores” conocidos: el químico alemán Wilhem Rudolph Fittig, en 1887.  Y en 1933 otro alemán, Otto Röhm, que fue quien lo patentó con la marca Plexiglas. Estos dos, eso espero, estarán purgando sus pecados en el Averno, pero el ignoto inventor de los tejanos rotos me temo que anda por ahí vivito y coleando contando los euros que le ha dejado su depravado invento.

He escrito lo que antecede porque la semana pasada vino a casa mi hijo mayor (¡que tiene ya cincuenta añazos!) y llevaba puestos, él también, unos tejanos desgarrados. Se lo recriminé y me dijo: “Está de moda, padre”. Yo concluí la conversación con una sentencia que usaba para estos casos mi abuela Matilde: “Hay gustos que merecen palos”.

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