Solvencia intelectual

La solvencia intelectual que le es exigible a un político no es la del erudito o la del sabelotodo, sino la de la mente capaz de elaborar síntesis. Comprender y expresar los problemas y las propuestas de solución. Una visión de la realidad crítica y radical (en el sentido de ir a la raíz). Lógica en la comprensión y la exposición y, también, saber que detrás de las relaciones sociales hay personas con sus intereses materiales y sus aspiraciones. Ideas, pero no ocurrencias. Promesas, pero no milagros. Críticas, pero no demagogia. Reclamarse de  la palabra y no de la imagen ni de los titulares de prensa. En fin, negarse a ser engullido por la trivialidad y el oropel mediáticos. De Gaulle (alto y desgarbado), Churchill (gordo y hasta seboso), Bevan (bajito y desastrado), Roosevelt (paralítico), Mendes France (de aspecto intrascendente)… no podían tener buena imagen, pero sin ellos la democracia en Europa no hubiera sobrevivido. Entre nosotros, Cánovas era bizco, Romanones, cojo; Prieto, fofo y diabético y Azaña verrugoso y feísimo… pero sabían lo que decían y hacían.

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