CRISIS, HECATOMBES, PANDEMIAS

 


“Una buena noticia,
no es noticia”
(Sentencia periodística)


La norma, tantas veces repetida, que encabeza esta nota resume mejor que cualquier discurso la esencia de la comunicación moderna, ésta que padecemos.
La prensa española, por su parte, se atiene a este principio con gran devoción y una sola excepción: el 22 de diciembre, día del sorteo de la lotería navideña en al que los millones obtenidos gracias a la generosa mano de la diosa Fortuna sí son noticia.
Estos y otros antecedentes explican la atracción fatal de todo periodista por las catástrofes y, sobre todo, por el anuncio del apocalipsis, cualesquiera que sean sus formas y sus causas, desde el cambio climático, un amenazador asteroide hasta la gripe porcina. Claro que, por suerte, la amenaza del apocalipsis dura sólo mientras ocupa páginas de periódicos o minutos de telediarios. En cuanto la “noticia” desaparece de los medios, la amenaza se esfuma como un fantasma entre la niebla.
Ahora le ha tocado el turno a la gripe porcina, que, probablemente, haya matado en México a muchas menos personas que las que fueron llevadas a la tumba por la gripe normal durante el último invierno… pero eso es lo de menos, el morbo del personal y la imparable sed de alarma que satisfacen los medios (con la impagable ayuda de los gobiernos pidiendo, cínicamente, calma) han conseguido, para empezar y de momento, destrozar la economía mexicana. Un éxito de la comunicación globalizada.
Frente a tanto apocalipsis y tanta amenaza mortal, conviene traer a cuento una simple pregunta: ¿alguien se acuerda de las vacas locas? Pues mi tía Julia (que acaba de fallecer, cuando estaba a punto de cumplir los cien años), buena lectora de periódicos, no volvió a probar la carne de vacuno a cuenta de aquel olvidado apocalipsis.

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